6 de abril de 2019

Mies

Agustín Ferrer Casas, Mies. Grafito Editorial, 2019.

Buena parte de la vida profesional de Agustín Ferrer (Pamplona, 1971) ha estado dedicada a la arquitectura; al mismo tiempo, acumulaba premios en certámenes de cómic. Tras apostar por un cambio en su carrera, ha publicado desde 2014 cuatro novelas gráficas: Las apasionantes lecturas del Sr. Smith, Cazador de sonrisas, Arde Cuba y Cartas desde Argel.
Mies aúna ambos mundos y supone su mejor historia, donde demuestra de nuevo sus habilidades para construir personajes llenos de claroscuros, manejar la ironía, mostrar con fidelidad las décadas centrales del siglo XX apoyándose en una rigurosa base documental o usar la ficción para explicarnos de forma más clara la realidad.
Pero creo que aquí ha ido un paso más allá y ha crecido como artista hasta ser capaz de ofrecernos una verdadera obra maestra, editada a la altura por Grafito Editorial. Para mí, el buen arte es aquel que nos hace más felices mientras lo experimentamos, despierta nuestro interés por el mundo al que hace referencia y/o impulsa a participar activamente en lo que nos plantea, generando nuevas preguntas.
Este cómic consigue las tres cosas. Es una experiencia estética y literaria sobresaliente: el autor ha planificado perfectamente la estructura narrativa (por ejemplo, los saltos temporales refuerzan los mensajes que desea transmitir en cada momento) y, quizá emulando el deseo del propio Van der Rohe de meter la naturaleza en los edificios, las composiciones de página -que aquí son muy variadas- dan un protagonismo especial a las obras del arquitecto, convirtiéndolas en fondo con el que interactúan las viñetas.
Además, Ferrer Casas recupera recursos expresivos ya vistos en obras anteriores y que permiten un análisis del cómic como medio -el coloreado de las calles (Cazador de sonrisas) y los elementos que salen de las viñetas-, pero también añade nuevos: personajes traslúcidos que muestran el paso del tiempo en un solo espacio (en una doble página dedicada al Pabellón Alemán para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929) y simetrías entre elementos de escenas diferentes (como las paredes de ónice del propio pabellón y la Mansión Tugendhat o el rostro de la esposa de van der Rohe al conocerlo y al abandonarlo).
En segundo lugar, Mies es una fascinante puerta de entrada al arte arquitectónico. El autor nos muestra, con una envidiable claridad pedagógica, la motivación y significado de las principales obras de uno de los más importantes arquitectos del siglo XX, pero su minuciosa documentación nos deja detalles y pistas para que podamos seguir investigando por nuestra cuenta: la influencia de San Agustín, quiénes eran Pius Pahl y ¿Grete Stern? ("protagonistas" de una escena que rememora, con sus juegos de sombras, el cine de espías), la historia de la Escuela Bauhaus, los tres cuadros -obra de Kandinski, Klee y Beckmann- de los que van der Rohe nunca se separó, etc.
Por último, esta novela gráfica va más allá de una reflexión sobre si Mies van der Rohe podía ser un gran profesional al mismo tiempo que una persona detestable para plantear, en un final lleno de poesía, una pregunta mucho más interesante: ¿merece la pena sacrificar a tantas personas, e incluso a uno mismo, en la persecución de un solo ideal?
Una lectura superficial podría hacer pensar que Agustín Ferrer es demasiado complaciente con su protagonista, en especial en los aspectos políticos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que se limita a ceder la voz narrativa al personaje a través de sus recuerdos -tanto los que comparte como los que guarda para sí mismo- y pocos serían capaces de mirar con sinceridad plena su propia biografía. En este sentido, algo significan, además, las urracas presentes en muchos episodios de la vida de este genio de la arquitectura...
En definitiva, es un placer acercarse a este cómic sobre un artista que, al modificar su nombre, mantuvo el de "desdichado" (Mies en alemán) y alcanzó el éxito. Si van der Rohe hizo famosa la frase "Menos es más", en este caso podemos decir que, gracias a Agustín Ferrer Casas, "Mies es más".