7 de febrero de 2012

Expertos de baratija y otros males

Experto: Práctico, hábil, experimentado. Muy entendido o hábil en el trabajo o actividad que le son propios.

En el ámbito médico, se considera experto a quien ha tratado al menos mil casos de una especialidad concreta  (lo escucho en un podcast de la siempre interesante cienciaes.com).

Al parecer, hacen falta cerca de diez años para dominar un campo profesional, como señala Daniel Levitin en El cerebro y la música (2006):
...se requieren diez mil horas de práctica para alcanzar el nivel de dominio propio de un experto de categoría mundial, en el campo que fuere. Estudio tras estudio, trátese de compositores, jugadores de baloncesto, escritores de ficción, patinadores sobre hielo, concertistas de piano, jugadores de ajedrez, delincuentes de altos vuelos o de lo que sea, este número se repite una y otra vez (...) nadie ha encontrado aún un caso en el que se lograra verdadera maestría de categoría mundial en menos tiempo. Parece que el cerebro necesita todo ese tiempo para asimilar cuanto necesita conocer para alcanzar un dominio verdadero.
(Visto en Xataka Ciencia)

En el mundo de la intervención social y de los servicios a personas la oferta es cada vez mayor, mientras que la crisis reduce la demanda. Conforme crece la competencia y aumenta la necesidad de diferenciar el producto a la venta, se han desarrollado tres estrategias para atraer a potenciales clientes, legitimar una actividad o asegurarse la financiación:
  • Poner una denominación original a lo que hacemos (de preferencia, nombres en inglés terminados en -ing), con la esperanza de que llamar diferente a lo mismo lo haga nuevo, exclusivo y atractivo.

  • Mantener sin cambios el servicio aplicándole la etiqueta que en ese momento está de moda. Sé de quienes antes constantemente describían su labor como "intervención para mejorar la empleabilidad" y ahora dicen dedicarse en cuerpo y alma al "acompañamiento social". Sin embargo, siguen haciendo lo mismo: atender al mayor número posible de personas en el despacho o, mejor aún, a través del teléfono -al final, para ellos se trata de acumular números-. Y, que yo sepa, solo se puede acompañar compartiendo los espacios y tiempos del cliente.

  • Autodefinirse como un experto, sin necesidad de presentar credenciales ni otros argumentos.
Santiago Segura desvela con ironía esta falacia en la entrevista (desde el 7'10") que compartió con Alejandro Jodorowski, el "inventor" de la psicomagia. También recuerdo que Teresa Aragonés señala como requisito para ser un buen supervisor acumular, al menos, diez-quince años de experiencia profesional previa, requisito que no suele exigirse en algunos procesos formativos.

Por el bien de lo que hacemos, de lo que decimos que hacemos y de las personas para las que trabajamos, deberíamos actuar con más rigor y autocrítica.